domingo, 18 de septiembre de 2016

#BETISLEAKS: EL CASO ANTÚNEZ

Resumir el tan manido, cacareado y manipuladísimo “caso Antúnez” en un solo artículo es misión casi imposible, pero si hay un tema que merece figurar con todos los honores en nuestro rincón de #BetisLeaks es éste, sin duda. Nunca jamás, en toda la historia de la Liga en España, se pretendió hacer más daño sin causa ni interés propio, que el Betis al Sevilla en la temporada 1945-46 con Antúnez como coartada.

La historia, con todo lujo de detalles, pruebas y documentos desempolvados en una investigación sin precedentes, pueden conocerla a fondo en el monográfico de Enrique Vidal “Caso Antúnez, más allá del honor”, publicado hace ya varios años. Tomamos de dicha obra las citas bibliográficas que figuran en las imágenes, mencionando expresamente las fuentes de las que están tomadas para que cualquier susceptible compruebe las mismas.

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El meollo del asunto es que el Betis pretendió que se desposeyera al Sevilla de su título de Campeón de Liga. Sí, como lo oyen, el equipo victimista, el club de los llorones que justifica sus desgracias en supuestas agresiones sevillistas que comparadas con esto parecen riñas de niños, quiso robarle a su rival la Liga conquistada en los terrenos de juego. ¿Se imaginan algo así al revés? La que tendríamos que aguantar. Pues eso.

Tradicionalmente se presenta el caso Antúnez como paradigma del poder sevillista, federativo y político, usado contra el Betis durante la posguerra. El Sevilla siempre es el malo y el Betis el pobrecito desgraciado que se gana las simpatías de todos porque es pisoteado con malas artes por su rival. El consabido tópico demagógico de que los sevillistas eran todos fascistas y los béticos, gente humilde represaliada por el franquismo. Y así, con este maniqueísmo de buenos y malos, llegamos hasta nuestros días, porque interesa, cuando la realidad, a poco que se investiga mínimamente, demuestra objetivamente lo contrario.

Antúnez llega al Sevilla en enero de 1946 porque el chaval (por cierto, formado en la cantera sevillista) se pone a tiro tras la enésima mirada al otro lado de la afición bética en plena crisis de supervivencia y porque ningún otro club estaba dispuesto a pagar por él la morterada que pagó el Sevilla. Ochenta mil pesetas. La apuesta sevillista se debe a que el club se codea en esos momentos con Madrid, Barcelona y At. Bilbao por el título de liga, y se quiere intentar rematar la hombrada.

El cobarde presidente bético Eduardo Benjumea se quitó de en medio cuando la única salida a la supervivencia del club era la venta del jugador, literalmente desapareció de las oficinas. Pero consintió que sus vicepresidentes Hernández Nalda y De la Torre, apoderados federativamente para todas las transacciones de entradas y salidas de jugadores, rubricaran el traspaso de Antúnez al Sevilla. Cuando se hizo pública la transferencia, la hinchada bética se rebeló y Benjumea, en lugar de salir dando la cara para defender una gestión impopular pero necesaria, acusó de traición a sus propios vicepresidentes y declaró nula la transacción por no contar con su firma. Hernández Nalda y De la Torre se defendieron señalando el OK telefónico del presidente a la venta como prueba de su consentimiento. Benjumea lo negó.

Lo que se inició como una trifulca interna entre directivos béticos salpicó de inmediato al jugador, al Sevilla y a la propia competición liguera. La prensa, en asunto tan morboso, se inmiscuyó con fruición. El Sevilla quiso evitar que el asunto fuera objeto de un juicio mediático, que fue la estrategia bética desde el comienzo, hábilmente administrada por el abogado Adolfo Cuéllar, experto en propaganda, no en vano fue el guionista de las tenebrosas alocuciones radiadas de Queipo de Llano (a la sazón, Presidente de Honor de la Tertulia Cultural Bética) tras el golpe militar del 36.

El Betis, en mitad de la tabla de la 2ª División y sin un duro en sus arcas, sacaba una noticia sobre el caso en los periódicos cada día, incluso llegó a publicar íntegramente las alegaciones de su recurso ante la Federación. La opinión pública solo tenía la versión bética de las cosas y tomaba partido por ella. Pero mientras esto sucedía a nivel local, los periódicos nacionales se preocupaban más por las consecuencias del affaire en la competición liguera. La escaramuza exótica entre sevillistas y béticos no era más que eso, una anécdota cainita de los sevillanos. Lo verdaderamente relevante era que el Sevilla podría caerse de la pugna por la liga, en beneficio de Madrid, Barcelona y At. Bilbao.

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Sometido el asunto a la Federación Regional Sur, ésta se inhibió a favor de la Federación Española para intentar evitar suspicacias, que envió a su Secretario a Sevilla a tomar declaraciones y elaboró una propuesta de resolución de más de 30 folios, finalmente votada por los federativos a favor del Sevilla y del jugador. Conociendo todos los datos, y sin cercenar lo que interesa de lo que no interesa, es difícil pensar que la Federación prevaricase a favor del Sevilla cuando los rivales de los nervionenses por la Liga, Madrid, Barcelona y At. Bilbao, ocupaban cargos en el comité directivo de la Federación y les hubiese interesado fallar en su contra, declarando alineación indebida. Sin embargo, el Betis, de nuevo en la prensa, presentó el asunto como confabulación de todos los estamentos del fútbol orquestada por el Sevilla en su contra.

Un mes más tarde, cuando ya el Sevilla se había proclamado Campeón de Liga, se supo que el Betis presentó recurso ante el General Moscardó, Delegado Nacional de Deportes de Franco. No sólo eso, también se supo que los directivos del Betis realizaron gestiones personales en Madrid para asegurarse un sí a sus pretensiones.

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El recurso bético pedía expresamente que se desposeyera al Sevilla de los puntos obtenidos por alineación indebida de Antúnez o, lo que es lo mismo, que se le arrebatara la Liga conquistada en los terrenos de juego. Pero la fuerza del recurso del Betis no estaba en sus argumentos, sino en las relaciones entre el club, su planta noble y el núcleo duro del franquismo. Eso es lo que explicaba la presencia de directivos béticos en Madrid antes de fallarse el asunto, como bien explica el periodista e Historiador oficial del Real Betis Balompié, Manuel Rodríguez López, en su trabajo de ABC titulado “El caso Antúnez: Sevilla y Betis frente a frente”, publicado en ABC de Sevilla el 18 de julio (¡qué día más emblemático!) de 1988:

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Efectivamente, el Presidente bético Benjumea participó en el golpe militar de Queipo en Sevilla y era amigo de Fernando Coca de la Piñera, Gobernador Civil de Sevilla y mecenas del Betis, compañero de armas de Moscardó, todos ellos falangistas. Queipo de Llano era Presidente de Honor de la Tertulia Cultural Bética, la auténtica secretaría del club. El propio Sanjurjo llegó a ser socio del Betis. El general Sánchez Laulhe, también falangista, era entonces el Presidente de Honor del Real Betis Balompié. Adolfo Cuéllar, abogado y amigo íntimo de Queipo, y su colega Domenech Romero, el otro abogado del caso, auditor de guerra junto con Bohórquez Vecina (Presidente de la Tertulia Bética), eran parte importante del círculo de la extrema derecha y fascista sevillana que copaba el poder en el Betis, con la destacada figura de José Cuesta Monereo, fundador del club, presente en sus decisiones hasta los años 70 del pasado siglo.

Moscardó no se atrevió a desposeer al Sevilla de la Liga, como le pedía expresamente el Betis, hubiera sido un escándalo mayúsculo y no había argumentos reales para ello. Sin embargo, anuló el traspaso de Antúnez. Y no lo hizo de cualquier manera, no. Dictó su sentencia sin escuchar las alegaciones del Sevilla ni las de Antúnez, sólo las del Betis, lo que supone una infracción del procedimiento intolerable e inimaginable en cualquier estado de Derecho que por sí sola acredita la ilegalidad e injusticia de la decisión. Pero claro, era una Dictadura y los beneficiados, eran sus amiguetes del Betis.

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La indignación en el mundo federativo por semejante intromisión hizo que dimitiesen en bloque todos sus componentes no sólo en fútbol sino en la mayoría de los deportes. Lo mismo hicieron los presidentes de la mayoría de clubs de 1ª y 2ª División, asombrados por el fallo injusto de Moscardó contra el Sevilla. Incluso llegó a plantarse el presidente del Barcelona, que hubiese sido el máximo beneficiario de la desposesión de la liga sevillista, presentando su dimisión.

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En definitiva, un escándalo legal provocado por el victimismo verdiblanco que al menos les sirvió para algo. Antúnez fue fichado otra vez por el Sevilla pagando 100.000 pesetas y la cesión del portero Paquillo, y las arcas béticas consiguieron sobrevivir gracias a la extorsión de su eterno rival.

Que a día de hoy aún haya periodistas, políticos o escritores que aludan al tópico del caso Antúnez en su versión más rancia y acomplejada no deja de ser un chiste de mal gusto que retrata su podredumbre humana y su nulo interés por investigar o leer lo ya investigado, demostrando así su ignorancia y desconocimiento, cuando no directamente su saña contra el Sevilla FC.

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