jueves, 20 de septiembre de 2007

* Para sonrojarse

Me gusta poner por aquí de vez en cuando la sala de trofeos sevillista, porque los trofeos son para eso, para enseñarlos.

Me contaba el otro día un amigo, que con toda seguridad ya es parte de la historia de esta ciudad, pero que no puedo nombrar porque se enfadaría conmigo, una anécdota que puede llegar a avergonzar a propios y a extraños. A mí desde luego me dejó atónito y boquiabierto, sobre todo por las miras de futuro del personaje.

Cuentan que Pepote de la Borbolla llegó a relatar extensamente en un medio de comunicación, (ahí estará grabado), sus inicios de preferencia por el beticismo. Decía que de pequeño apuntaba a ser sevillista, (de menudo personaje nos libramos), y que su padre intentó regrabarle el disco duro –como diría nuestro amigo Paco Galadi- para que no se “desviase”, ya que como saben esta familia ha sido siempre bética, (¿siempre he dicho?).

Contaba Pepote que su padre debía remediar aquel “fracaso” impregnando de beticismo al chavalote, (sin haberlo deseado me ha salido un pareado), por lo cual debía llevarlo todos los domingo que jugase en casa a ver al Betis. Por tanto lo llevó a la azotea del Instituto de la Grasa, que era un edificio de mayor altura que la grada del estadio de la exposición, para que lo viese desde allí arriba.

Y yo me pregunto, ¿qué clase de futuro presidenciable bético es este que veía los partidos de gorra y que no se gastó un duro en su Betis, que por aquellos años pasaba por un duro penar en campos de tercera, siendo una familia tan renombrada y de tan rancio abolengo sevillano y se supone de familia desahogada?

Bueno, este es el mismo que dijo hace poco que un familiar suyo cantaba albricias y loas floreadas porque en su familia no había ni rateros ni sevillistas acordándose de nosotros en un día tan señalado como el 12 de Septiembre, que como sabrán fue el cumpleaños centenario bético.

Digo yo que por qué razón nos tienen que tocar a los sevillistas siempre señores béticos resentidos que intenten “meter el dedo en el ojo ajeno” sin venir a cuento. Perdón, rectifico, ¿por qué les tienen que tocar a ustedes, afición bética, sufrir a señores como este o como el que dijo lo de la “ramona”?

Leyendo a Don Antonio Burgos en un artículo que tituló “Rodríguez de la Borbolla, un perdedor entre ganadores”. Es comprensible y probable que lo sea y es por cosas como la que les he contado.
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