1905 - PUDO SUCEDER ASÍ…
He decidido ampliar este relato que comenzamos a escribir con la descripción del Pasaje de Oriente, donde tuvo lugar una celebración muy especial. Realmente todo podría haber sucedido así.
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Hacía poco que acabó la feria de San Miguel de finales de septiembre y ese año no hubo demasiado negocio. El ganado, casi raquítico en general, se vendía excepcionalmente a precios muy bajos cada especie, ya que no se encontró pasto suficiente debido a la sequía. No se sufría una tan espantosa como la de aquella primavera-verano desde hacía ya muchos años.
Los campesinos venidos de Osuna, Lebrija, y Morón crearon disturbios para protestar debido a la hambruna que asolaba la provincia sevillana. Durante el invierno pasaron mucho frío. Ese año nevó dos veces en una tierra donde nunca lo hace, el dicho de año de nieves, año de bienes no se cumplió y su efecto sobre la tierra fue al contrario, ya que heló la simiente. Era ya el tercer año que no había una cosecha que alimentase al campo. En Osuna, de diez mil hectáreas sembradas de avena, tan solo se pudieron recoger 500 y en muy mal estado.
Lebrija - 1905. El conde de Romanones, ministro de Agricultura,
dirigiéndose desde el Ayuntamiento a visitar las casas de los obreros.
¿Qué hemos visto en Andalucía? Hemos visto ante todo la crisis de la raza; hemos visto la voluntad muerta de las manadas obreras y hemos visto el egoísmo creciente de caciques y grandes terratenientes. Andalucía agoniza, Andalucía morirá si no se acude a ella... (Nuevo Mundo – Madrid 27/07/1905).
La guardia a caballo cargó repetidas veces y algunos campesinos y obreros terminaron heridos cerca de la calle Bailén, donde se encontraba el Gobierno Civil de la provincia hacia donde se dirigían a protestar tras asaltar varias panaderías y destrozar algunas de las pocas farolas de gas. No en vano estábamos contemplando la última gran hambruna ocurrida en Europa. Preferían morir luchando que ver morir a sus hijos indignamente de hambre.
El cardenal de Sevilla, Marcelo Spínola, salió a pedir limosna por las calles de Sevilla para apaciguar el hambre de los jornaleros, implorando a la caridad humana desde lo divino. Se presentaba ante las familias adineradas a pedirle el óbolo correspondiente, ante el cual pocos podían negarse.
Estábamos ante la Sevilla profunda más negra y desastrosa que podríamos imaginarnos.
Paradojas de la historia. El domingo 15 de Octubre de 1905 a eso de las 5 de la tarde comenzó a llover inesperadamente. José Luís corría por la calle Sierpes bajo un periódico que le guardó Martinete, un camarero bisojo con “mucho arte” de la “Cervecería-Nevería Eslava”, que era el ambigú al aire libre del Teatro Eslava, de ahí su nombre.
La calle San Fernando en 1905 antes del ensanche. En la esquina inferior izquierda
podemos ver las casetas de la feria de la época.
La Cervecería-nevería Eslava estaba en la otra esquina de la calle.
La Nevería estaba rodeada de jardines y daba de frente a la Puerta de Jerez. Era el típico puesto de la época, parecido a un quiosco amplio que se adornaba con una crestería de metal forjado. Este simpático lugar de refrigerio, estaba plantado con la gracia de un geranio en el lugar de lo que hoy conocemos como el Hotel Alfonso XIII y justo frente del también famoso “Puesto de Fernando”, que ofrecía comidas y refrescos excelentes, nunca buen café, como nos recordaban los críticos de la época.
José Luís acudía a su tertulia semanal sobre la situación de España en el ambigú del Teatro Eslava. Sabía de qué hablaba cuando analizaba la situación tan triste, pobre y precaria que esos años sufría la nación. Llegó hacía poco tiempo de Inglaterra donde cursó sus estudios y su mente albergaba algunas nociones globales sobre elementos socio-económicos para comparar con otros países la situación española.
Era un momento muy triste para el país. La última colonia de América cayó hizo pocos años y España se encontraba en una situación de depresión política y social convulsa. La monarquía, empeñada en fastos e inauguraciones absurdas relacionadas con asuntos de la burguesía, gobernaba de espaldas a los ciudadanos, como si no fuese con ellos. Venía el rey frecuentemente a Sevilla para practicar el tiro de pichón y sobre todo a otros menesteres de alcoba, en los que se requería también cierta puntería.
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Paul Bousquet era un señor francés de unos cuarenta años con bigote a lo borgoña, que regentaba el prestigioso restaurante “El Pasaje de Oriente” en la calle Sierpes y dio la bienvenida, recibiendo amablemente a José Luis en mangas de camisa cogidas con una liga en los antebrazos, que se sacudía en el hall el agua de su sombrero de hongo y secaba su cara con un paño que le ofreció amablemente Paul.
(…)
- Amigo José Luis, todavía es temprano, no ha llegado nadie aún.
- Lo sé, lo sé, respondió dos veces nervioso, me gustaría que todo estuviese perfectamente preparado, la ocasión lo merece.
- ¿Qué celebráis? - preguntó Paul que hablaba el castellano con acento sevillano, mezclado con el “deje” francés.
- No lo creerás, vamos a celebrar que el sargento Gutiérrez nos dejará practicar el juego de pelota sin correr detrás de nosotros para detenernos, dijo con una sonrisa socarrona que se dejaba ver entre el poblado bigote.
- Perdona mi desconocimiento, pero ¿es algo importante?
- En serio, ayer terminamos de formalizar una sociedad sportiva. Recibí una carta del Gobierno Civil en la que me comunican que por fin nos han inscrito en el Libro de Registro de Sociedades. Todo está legalizado ya. Ahora podremos solicitar el hipódromo de Tablada para celebrar partidas.
- Comprendo. Tengo amigos en Madrid y Barcelona que me hablan del nuevo juego que practican algunos sportmen, no recuerdo bien su nombre...
- Foot-Ball, adelantó José Luis con perfecta pronunciación ¿Cenaremos en los altos del restaurante?
- Sí, el salón más amplio lo tenéis a vuestra disposición.
- ¿El menú es el acordado?
- Todo preparado tal y como me indicaste.
(…)
Castrito y Medinilla, los camareros del restaurante, vestidos con cuello de camisa almidonado, pajarita negra y mandil hasta los tobillos, estaban preparando la mesa donde tendría lugar la cena. Un gran mantel blanco impoluto de algodón, para dos mesas rectangulares unidas para alojar a unos 30 comensales, donde se posaban adornando unas pequeñas jarritas de cristal con algunas dalias y hortensias que Paul cultivaba en la trasera de su casa para estos menesteres.
Castrito daba lustre a las copas con un paño de manera delicada y hacendosa, que brillaban especialmente para la ocasión. Bousquet tenía el mejor champagne de la ciudad, como buen francés, y era muy apreciado por los comensales habituales de este restaurante. La fama de su bodega traspasaba fronteras. Medinilla abría las contraventanas incrustadas en los gruesos muros que escondían los cristales mojados por la tormenta, para que entrase la última luz del día.
Todo comenzaba a estar preparado, inconscientes de la importancia del momento. Tan solo las mariposas del estómago hacían presagiar algo que no acertaban a explicar.
José Luis Gallegos Arnosa nació en Jerez de la Frontera y a temprana edad llegó a Sevilla con sus padres, que decidieron que lo mejor para él era que estudiase en el extranjero, un privilegio al alcance de muy pocos, pero que aprovechó convenientemente. Llegado en 1902 de tierras extrañas se trajo varias cosas que le hicieron destacar en esta Sevilla profunda, pero sobre otras su ímpetu de transformar la sociedad a través del “sport”.
Él era el mayor componente de un grupo de muchachos muy jóvenes, adolescentes, que compartían la misma inquietud, aún a sabiendas de que eran incomprendidos debido a que eran tomados como “locos ingleses” que corrían tras una pelota como desesperados.
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Había descampado ya y sobre las ocho comenzaron a llegar el resto de los invitados. Los primeros -con puntualidad inglesa- fueron los hermanos Zapata que comenzaron a hablar en francés con Monsieur Bousquet, que reía por alguna anécdota que le comentaron. Más tarde se incorporaron en los bajos del Pasaje de Oriente tomando un aperitivo los hermanos Lafita, José y Juan, los ingleses Madeley, Kirkwood y McEnzye que apareció con un brazo en cabestrillo debido a un encontronazo con Illana en un partido la semana anterior.
Los más tardíos, como Benito Romero y Tiburcio Alba con su hijo adolescente, Paquito, que vestía un traje impecable que le regaló un familiar debido a su pronta marcha días más tarde a Inglaterra a realizar sus estudios.
Fue precisamente Tiburcio quien confeccionó junto a Bousquet el nombre del menú de la velada que todos comentaban jocosamente:
“Sopas al centro delantero”
“Pescado al medio ala”
“Pollo al defensa”
“Ensalada del balón”
“Dulces al portero”
“Vinos campeonato”
“Moka al árbitro”
Así hasta 30 comensales y con la cena a punto de comenzar, apareció Luis Ybarra con gesto serio. Llegaba directamente desde el puerto, donde un vapor de la empresa familiar tuvo un percance en la caldera que salió ardiendo, aunque pudo sofocarse a tiempo. Pronto recuperó el semblante porque la ocasión la merecía.
Las viandas no decepcionaron y se desarrolló en un ambiente muy agradable, donde todos comentaban la espectacular caída de McEnzye tras el encontronazo con Illana en el último partido y otras anécdotas parecidas.
Cuando acabaron, José Luis se levantó serio, asió su copa de champán francés, la golpeó suave y repetidamente con una cucharilla para que se hiciese el silencio entre los comensales, e invitó solemnemente a brindar a todos por la empresa que comenzaba a dar sus primero pasos oficiales en ese mismo instante. Tras lo cual se dirigió a sus compañeros con unas amables palabras no exentas de cierta flema inglesa, como correspondía por sus modales adquiridos en tierras anglosajonas, que bien podrían haber sido así:
“... Caballeros, nos hemos reunido aquí hoy para celebrar el acontecimiento que tanto tiempo ansiábamos y llevábamos esperando. Hoy oficializamos la “Sociedad de Football” de esta ciudad, aquella que nos ha unido como compañeros en búsqueda de nuestro ideal del deporte sevillano.
Como así lo pensamos y motivo que a todos nos inspira, en este club tendrán cabida todas las personas independientemente de su nivel social, ideas religiosas o políticas, cosa que reflejamos y hacemos constar en el artículo tres de nuestros estatutos, cuya copia les entrego en este acto a cada cual.
Me gustaría desear larga vida al “Sevilla Football Club” y volver a brindar por ello, tanto es así que les invito a que firmen, caballeros, con su puño y letra esta primera acta, la siguiente declaración escrita por nuestro Secretario, el señor Jiménez de León, que paso a leer a continuación:
Reunidos en el Pasaje de Oriente en banquete todos los abajo firmantes, para festejar todos los éxitos obtenidos con el juego de pelota con los pies en esta ciudad, pedimos a Dios fuerzas para seguir e implantar tan entretenido y excitante juego y por último pedimos que vivamos todos y gocemos de perfecta salud al llegar al medio siglo de su implantación de este juego en Sevilla y celebremos todos los reunidos en este banquete, jugadores y socios un partido con fines benéficos.
¡¡VIVA EL SEVILLA FOOT-BALL CLUB!!...”
Foto tomada tan solo unos años después, en 1913, en los altos
del Pasaje de Oriente, posiblemente con muchos de los
mismos integrantes que fundaron la Sociedad.
Los 30 comensales en pie respondieron a los vivas y sus socios comenzaron a firmar uno a uno ceremonialmente la primera acta de la reunión, como así era precepto cuando oficializaron ante el Gobernador Civil de la provincia Don José Contreras Carmona, tan solo un día antes, el 14 de octubre del mismo año.
Tras lo cual, con el champan cumpliendo su cometido, hizo posible que irrumpieran en cuestiones cómicas y sus respectivas risotadas, haciendo de esta celebración, además de memorable, feliz para los que la vivieron, intuyendo lo que se avecinaba. Se incorporaron al final del festejo para divertimento de todos, los camareros Castrito y Medinilla.
Continuará…
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!VIVA!
ResponderEliminarSaludos.
ResponderEliminar¿Y porqué no?
Magnífico, D. Carlos. Magnífico.
La imaginación, con el respaldo documental, al poder.
No tardes, por favor, en darnos la siguiente entrega.
Cuídate.
Magnífico. Nos hace sentir como si hubiésemos estado allí en ese momento.
ResponderEliminarGracias.
Un saludo.
Me encanta el capítulo 1 de esta novela histórica basada en hechos reales, me he quedado con ganas de más, de seguir leyendo...pero hacia adelante y también hacía atras de la vida de esos hombres (ya convertidos en personajes de novela).
ResponderEliminarTocayo,te felicito como siempre,un post magnifico,no dejas de sorprenderme.La foto de Lebrija esta tomada en la plaza de España,me ha resultado curioso ver como han cambiado las cosas desde aquellos tiempos.
ResponderEliminarUn saludo a todos los palanganeros.
Precioso Carlos.
ResponderEliminarNos has trasladado por unos momentos a aquellos momentos históricos.
Casi he podido oler el menú.
PD: Si había buenas "viandas" seguro que ya andaba por alli Javier Cabrera...
Saludos.
ResponderEliminarExcelente artículo en Columnas Blancas, D. Carlos, aunque transmite un importante ejercicio de contención.
Todo sea por el Sevilla.
Cuídate.
Después de leer el anterior artículo de ese blog, no lo sabes bien, Jose M., no lo sabes bien. Por cierto, ya va siendo hora de tomar un buen café ¿no?
ResponderEliminarMagnífica "recreation", perdón quise decir recreación, no sé qué estaría pensando. Me habrá traicionado el subconsciente. Como el otro día me preguntásteis en la radio que si estaba en Onuba... Felicidades.
ResponderEliminarDelicioso.
ResponderEliminarY con toda la importancia de leer la historia en su contexto.
Maravilloso!
ResponderEliminarOjala pudieramos saber mas cosas de esa gran momento... sería impresionante conseguir eso que tu sabes xD.
Un saludo a todosss.
Hola Sevillista
ResponderEliminarTu blog esta estupendo, te interesaría un intercambio de links con el mio?
Aca mi link, sentimientoextremo.blogspot.com
Esperare tu visita y respuesta
Buen día
Saludos
Saludos.
ResponderEliminarPonga día y hora, D. Carlos.
Cuídate.