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miércoles, 29 de agosto de 2007

* El espíritu de Puerta

Esta mañana me acerqué, mejor dicho, me escapé casi del trabajo por los alrededores del Sánchez-Pizjuán para dar mi último homenaje a Puerta. Había un gentío enorme.

En el momento que llegué y al menos en la zona en la que estuve, percibí algo que solo se percibe en Sevilla en un momento muy concreto con olor a azahar: El silencio. Eso es algo indescriptible y que la gente de Sevilla sabe hacer muy bien, (paradójicamente tratándose de sevillanos), estar en silencio juntándose miles de personas. Este silencio, el de hoy, se podía cortar con un cuchillo.

Aunque se interrumpía a ratos con aplausos de ánimo, sobre todo cuando se acercaban las comitivas de otros clubes y personalidades a presentar sus respetos, estaba ahí, respirándose, cortándote el cuerpo.

Vi los improvisados altares llenos de cientos de velas y de recordatorios. Estremecedores. Vi cada puerta de acceso a la bombonera llena de mensajes escritos clamando al cielo que acogiera una gran alma. Vi la puerta 16 que hablaba casi a viva voz y desgarrada de quien llevaba ese número por la banda izquierda en volandas luchando por siempre ganar.

Pero vi algo que parecía imposible. Los hermanos que se separaron, que se enfadaron por rencillas y por prejuicios absurdos. Vi como se abrazaban y como lloraban. Los hermanos verdiblancos estaban allí para consolarnos en nuestro infinito dolor. Vi sevillistas llorando abrazados y consolados por béticos con sus camisetas albiverdes. Un nudo en la garganta me impedía cantar, cuando el gentío lo hacía con la voz entrecortada. Las lágrimas recorrieron amargamente mi cara siendo espectador de la grandeza de aquel momento.

Yo que en las grandes ocasiones celebré bajo el gran escudo la consecución de trofeos, yo que celebré orgulloso las gestas de mi equipo en ese corto espacio entre el mastodóntico centro comercial y mi Estadio como si un lugar de peregrinación fuese… dejó repentinamente de tener sentido. Hoy no tenía sentido.

Porque la importancia que le damos a lo humano es ínfima, sin darnos cuenta que, en esto del fútbol, es lo más importante.

Y llevamos 100 años ...

Hoy comienza a respirarse el espíritu de Puerta. Como el de Hermua.

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